Jean Franco
revisita la memoria histórica que se ha configurado en América Latina a partir
de distintas masacres. Años después de ocurridas, son consideradas atroces al
mismo tiempo que se niega o se omite el racismo y su funcionamiento en esos
asesinatos. En los conflictos armados, como el de los años 1980 a 1990 de la
guerra civil peruana, el componente racial iguala enemigos políticos y bajo
pueblo -en particular a los indígenas-, lo cual deshumaniza a las víctimas,
facilitando la labor de exterminio. Asimismo, el sentido común de los centros
de poder político y económico brilla en la separación que ejecuta entre lo que
estima la nación moderna y la premodernidad de las comunidades o grupos
sociales objeto de violencia.
El artículo recuerda la
tradición inscrita en el par civilización y barbarie desde el nacimiento de las
naciones-estado del "Nuevo Mundo". En esta línea retrotrae la
mecánica de la violencia -mecánica del enemigo que asedia a lo humano
auténtico- a la invasión española del continente. La persecusión de entonces de
los judios y los musulmanes, por cuanto supuestas aberraciones en contra de la
fe católica, transmuta en la aberración contra la autoridad del Estado. La
subyugación de los indígenas (incluyendo la usurpación de tierras, su exterminio
o la separación de las poblaciones indígenas con respecto del resto de la
población) serían parte de los fundamentos del "nacionalismo económico y
cultural moderno" (p.20). Se abre con frecuencia desde entonces la pérdida
de las características culturales propias como seña de ingreso en la
modernidad, no obstante, al mismo tiempo, en aquel sentido común se asume que
lo indígena, sin importar qué transformaciones, en alguna medida permanece en
sus rasgos de primitivismo (p.ej., una supuesta inclinación a la violencia).
Entre los ejemplos que brinda Jean Franco sobre la
racionalización del racismo se encuentra el de la llamada Comisión Vargas
Llosa. Se destaca una actuación irregular de dicha agrupación y el prejuicio
que vela la realidad presentada ante ella y ante el propio Vargas Llosa. Sirve
también el ejemplo de las reflexiones de Vargas Llosa en torno a la figura y la
obra de José María Arguedas; según Jean Franco, la crítica de Vargas Llosa a
Arguedas conlleva una posición que, dicho brevemente, desprecia aquello que
estima (un lastre) contrario a la modernización capitalista del país. Esta
posición confiere un valor ahistórico a la existencia indígena, la encapsula en
lo irracional y sirve (siempre según la lectura de Juan Franco de los escritos
de Vargas LLosa) como buena muestra de la inoperancia de ciertos principios
socialistas que parecen encontrarse en lo índigena. Vargas Llosa sellaría la
historia del Perú y desemboca en el fin de la historia que se lee en su
optimismo frente a la urbanización (léase asimilación si no desaparición) de lo
antes indígena, cholo, negro, mulato y asiático.
El fin de la historia en términos de Vargas Llosa
tendrá su rotunda contestación en el resurgimiento de movimientos sociales que
hacen suyo el valor de la historia cultural -incluyendo el de sus
dimensiones indígenas-, profundamente activa en el presente y que se sirve de
posibilidades que la misma modernidad (a la que supuestamente son ajenos)
permite, tales como recursos tecnológicos y herramientas políticas. En estas
últimas se incluyen, por ejemplo, cambios significativos desde el gobierno de
Toledo en lo tocante a la multiculturalidad, aunque todavía persista el racismo
enquistado en América Latina en general y en la sociedad peruana en particular.
REFERENCIA
BIBLIOGRÁFICA:
Franco,
Jean. "Ajeno
a la Modernidad: la racionalización de la discriminación", en
Cuadernos de Literatura, nº 38, Vol. XIX, julio-diciembre de 2015, págs. 17-33.